Existe una superposición natural entre el movimiento que fundó Jesús en la Palestina del siglo I y el pensamiento feminista contemporáneo: ambos se preocupan por amar a todas las personas por igual.
El feminismo es la creencia en la igualdad de todos y la intersección de identidades. Sus movimientos políticos populares nos piden que miremos a la sociedad y señalemos dónde luchan los grupos para asegurar sus derechos, representación y voz. Al hacerlo, el feminismo se esfuerza por levantar esas voces para que se escuchen con tanta frecuencia y tan fuerte como las voces que han sido consistentes en la representación y la toma de decisiones.
A través de su predicación y ministerio, Jesús promueve un mensaje similar de igualdad. Jesús interactúa con mujeres y hombres, como María, Marta, Pedro y Juan, y confía en ellos, mostrando que las mujeres tienen el mismo valor y profundidad espiritual que los hombres.
Cuando Jesús se encuentra con la mujer samaritana junto al pozo, le ofrece consejos sobre su vocación y sus dudas. Se la considera una persona marginal no solo por ser mujer, sino también porque existe una división étnica significativa entre los pueblos samaritano y judío (Juan 4,4-26).
Marta también recibe dirección espiritual de Jesús. Cuando ella corre hacia Jesús con dolor y le pregunta por qué no ha salvado a su hermano de la muerte, él la tranquiliza y sus dudas desaparecen. La conversación termina con su declaración de creencia de que él es el Mesías (Juan 11).
Cuando una mujer pobre unge a Jesús en Betania, él la defiende contra los comentarios críticos y el desdén de los demás, reconociendo la dignidad y la agencia de las personas de todos los niveles socioeconómicos (Marcos 14,3-9).
El pacto que Dios hizo con nosotros se basa en una relación correcta con Dios, con uno mismo y con el prójimo, actuando de manera que defienda la dignidad y el valor de todas las personas.
Jesús ilustra la noción de la relación correcta con la parábola de la oveja perdida (Lucas 15,3-7), en la que el pastor deja el rebaño (la mayoría) para encontrar una oveja perdida (en los márgenes). La manada está contenta y segura de esperar su regreso. La historia muestra que cada persona y cada voz es vital para el grupo. Nadie debe ser abandonado porque no es mayoría.
El alzar las voces oprimidas se encuentra constantemente en la enseñanza de Jesús. Los seguidores de Jesús de hoy están llamados a los mismos pensamientos y acciones inclusivos que él demostró en su vida.
Del mismo modo, el feminismo afirma que las diferencias entre las personas no deberían interferir con la forma en que son tratadas. Levanta las narrativas que han faltado en la norma para mostrar que todas las experiencias tienen valor y son dignas de ser incluidas.
El feminismo filosófico no se estableció en la época de Jesús, pero su ministerio igualitario muestra que actuó y enseñó de una manera que podríamos considerar feminista hoy.
Este artículo también aparece en la edición de octubre de U.S. Catholic (Vol.85, No. 10, páginas 49). Haga clic aquí para suscribirse a la revista.
Imagen: Jesús Mafa, “Jesús y la Mujer Samaritana,” de Arte en la Tradición Cristiana, un proyecto de la Biblioteca de la Divinidad de Vanderbilt.
Este artículo también está disponible en inglés.
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